La Cagadorra

Todos somos animales terrestres y todos somos, al mismo tiempo, habitantes de un lugar que ya no tiene ni la calidad natural ni el agua necesaria.

 

Así, con estos sentimientos, me lancé un sábado primaveral al campo montehermoseño para hacer lo que llaman por aquí “La Cagadorra”.

 

Tomando como inicio del recorrido “La fuente Ronco”, me dirigí hacia arriba, a la derecha, topándome de inmediato con una bifurcación que en su carril izquierdo representa el comienzo de la ruta propiamente dicha.

 

Pisando piedras sueltas y contemplando la lenta caída de la luz mañanera, llegué al pedregal majestuoso de riscos y de praderas pequeñas, adornadas con primorosas encinas solitarias. El lugar vuelve a tener el nombre del fenómeno ancestral en el que la historia se puso en marcha hasta alcanzar nuestros melancólicos días. Es, en la actualidad, una abrupta superficie de terreno agrietado por la colosal geología que aterró hace ya millones de años. Las ramas de las encinas mantienen su tenacidad vertical, y las flores del camino, han servido de guía a un nuevo fiel por el senderismo, pequeñas y vistosas, pero presentes al fin, que ven cómo su espacio vital se va reduciendo.

 

Es por esto, que a veces, en tiempos de crisis, conviene que nos fijemos en las cosas pequeñas, que no por pequeñas son menos amables. La simplicidad de los insectos, las batallas serpenteantes de las aves en las alturas, son mucho mejores que la berrea humana cotidiana, que podemos escuchar todos los días, en las conversaciones que nos rodean.

 

Pobres de nosotros, llevados de aquí para allá y boqueando por aquello que es evidente.

Muestra gráfica

MONTEHERMOSO. CÁCERES. ESPAÑA

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Topónimos (Juan Antonio Clemente Paniagua)